Nos llega un segundo relato de aventuras y misterios, titulado La isla misteriosa, como su homónimo verniano.
Me levanté bastante aturdida, no sabía ni dónde estaba ni cómo había ido a parar a aquel extraño lugar, pero lo que sí sabía es que la tormenta había terminado y que estaba en tierra firme y lo único que recordaba eran los gritos de mi hermana Cloe cuando un rayo atravesó el barco sin piedad y lo partió en varias partes, todos caímos al agua y una fuerte corriente nos arrastró.
Me miré de arriba abajo pero no llevaba ni un rasguño ni medio e intuí que había ido a parar a una isla. Saqué mi gran mapa y lo desplegué sobre la arena, aunque estaba mojado, los trazos se distinguían sin esfuerzo y me di cuenta de que aquel trozo de tierra rodeado por agua no aparecía en el mapa: una isla misteriosa, me dije, y sonreí para mis adentros.
De pronto una voz lejana gritó mi nombre, corrí hacia donde procedía el sonido tan rápido que no noté las piernas, al fin frente a mí hallé una figura llena de rasguños y heridas.
-¡Cloe!- grité y corrí a abrazarla.
Dos horas más tarde habíamos construido ya un pequeño refugio, encendido una hoguera, cocinado un pescado y curado las heridas de mi hermana pequeña,-mañana será un gran día- le susurré y cerré los parpados.
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