La película Sully está basada en un hecho real. Trata sobre el aterrizaje forzoso que realizó el capitán Chesley Sullenberger (Sully) con un Airbus A320 en el que iban a bordo 155 pasajeros. Todos estos datos son reales, así como la doble parada de motor que sufrieron a la altura más baja de la historia (2800 pies ó 850 m) por un impacto por aves. Tras el complicado amerizaje y tras haber salvado a todas las personas, la Junta Nacional de Seguridad del Transporte (con ayuda de la ACARS, que es un sistema de comunicaciones codificadas) iniciaron contra él una serie de complicados y agonizantes procesos judiciales para comprobar si su decisión de aterrizar en pleno río Hudson había sido correcta o había puesto en peligro a los pasajeros inútilmente.
El capitán sabía que, tras haber despegado del aeropuerto internacional de Charlotte Douglas, habían pasado unos escasos minutos y con solo la UAP (Unidad Auxiliar de Potencia) no llegaría al aeropuerto. La Junta intentó rebatir su experta opinión con una serie de pruebas poco humanas, pues no tenían en consideración que los pilotos de avión no son máquinas preparadas para cualquier suceso y que no temen por su vida. Sully, a punto de perder la salud y entrar en depresión, hizo frente a todas las acusaciones gracias a su amigo Jeff Skiles, el segundo de abordo y Primer Oficial que le acompañó en el vuelo, y su mujer Lorraine Sullenberger.
Al final todo acabó bien para el capital, pero lo verdaderamente destacado de esta película, es como describe todo el proceso de investigación que realizan estos regímenes internos y lo duro que es para él, la angustia que generan las esperas a los resultados de las investigaciones de las pruebas del avión (los motores destruidos y su correspondiente evaluación de daños, la caja negra…) y lo impactante que es aterrizar de una de las maneras más peligrosas y con menos posibilidades de mantener toda la tripulación intacta.
Así fue el rescate, con el avión en el río Hudson
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